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Entre el río de Pisón y el río de Gihón
Por: Yván Silén
I
Me moriré
buscando a mis amigos
debajo de la tierra. (Sólo
hallo sus manos muertas
y el silencio muerto. Sólo
hallo el fuego que suda
en sus palabras. Sólo escucho
las rosas que ríen
debajo de la tierra,
y las rosas que cantan
como fetos: angostas rosas,
rosas d'escorpio, rosas de té,
rosas de mugre). Sólo sé
que los gusanos vuelan y
las mariposas devoran las cenizas.
Estoy buscando a mis amigos en el polvo
(fe maldita de la fe inaudita--
he guardado a los Narcisos en el fuego:
pobre Rumi, pobre Lao, pobre Artaud,
pobre Nietzsche, pobre Jesús, pobre Rimbaud--).
El estanque de Narciso
los devora en el silencio de sus bocas.
Y las imágenes de la fama
se ha llenado de arañas.
II
Me moriré
ocultando el homicidio de la lengua.
Mi lengua de amor e ira,
viperina y santa
en el dedal de Mirra,
en la taza de té verde de Lao-Tsé.
M'esconderé borracho de los ángeles
debajo de mi nombre.
M'escondí prófugo de Dios
para no ver mis dedos repletos de gusanos,
para no ver sus gafas de sol
en la mañana.
M'escondí de la pluma
que me sigue enamorada
vomitando palabras
extrañas en mis dedos.
De los sonidos m'escondí como Jonás
y me oculté Job aterrado de silencios
y de olvidos
una mañana d'enero.
En las cajitas de cerillas
(de fósforos, de mixtos),
de anónimos que conversan
en las casetas incompletas,
en las epístolas tachadas,
en los faxes de Dios apolillados
en mi conciencia atribulada.
Niños falsos que venden la muerte
en las calles desiertas
y empujan seudos carritos de piraguas
a la orilla de las playas infectadas
de albas amarillas y hermosas.
Niños que venden algas baratas
para comer debajo del columpio la tristeza.
Niños que venden sombras y cenizas y sobras,
que venden poetas y peluches,
pelucas de monjas
y condones de curas
lamentables.
Niños que no verán la lluvia
el día de la muerte. Niños bizcos
que moverán los muertos
que cantan tiernos en las aguas.
Ni leerán ni oirán a los filósofos agrios
que disputan con su sombra en los armarios.
M'esconderé debajo de l'aguja
para no oír la voz de Dios
en las gaviotas: "¡Yván, Yvano!"
Y m'esconderé debajo de tus senos y
en medio de las vulvas navegaré tu Nombre.
Oraré en vano,
reiré inútil,
bailaré rei
y orinaré prinz
en medio de las copas
entre lo liviano, lo indeciso y lo imposible.
M'esconderé hoy debajo de tus muelas,
debajo de la caja de dientes
de Zaratustra y de Pandora,
y m'econderé mañana debajo
de los días falsos de las Furias
y aullaré tu Nombre añejo y tierno
en cada espejo de rosa florecida.
Te llamaré (llamé, llamaría--
como llamaba a mis amigos suicidados--)
en las ventanas vacías de la sangre y
subiré por las escaleras d'escape al "cielo",
y cerraré las salidas
para que no haya
eterno retorno de lo mismo.
III
Estoy extenuado, Dios, de los adioses.
Estoy herido de la lengua falo,
y herido estoy del falo roto de la lengua y
del hombre que se consume en las palabras dichas.
Estoy cansado y hecho estoy
en medio de los días.
Me consumo debajo del ángel D'Esfinter,
y del Hado que coge hadas
entre la rosas
do espío a las palomas verdes,
a las ardillas lilas,
a los espejos cromos de la muerte
y a las ratas azules de los ángeles verdes
en los tejados del alma Tuya,
del almaRosa,
del almaPez,
del almaMar
cautiva
entre un erizo y una vulva
hipotecando:
trueque de
Jesús a Cristo
en el estanque mohoso de Narciso.
Se han pútrido mis amigos
(el che, elizam, eugenio, paco
en el silencio de Las Sirenas de Sepsia
que cantan purulentas al lado del aëda.
--Oh, el Estro del Numen del poeta
que desciende del Exilio del Edén
entre los ríos de Pisón y de Gihón,
entre los ríos de pus
y el río diminuto de Loíza--).
IV
M'escondo y me arrebato
(me levito y m'extasio en tu memoria
el día que no vendrá
para decir tu Nombre)
debajo de los barcos incendiados
y en medio de los parques asaltados.
Te veo, Te oigo, Te presiento:
son los marinos de máscaras chinas
debajo de los bellos paraguas en los torrentes de pluvia:
marinos locas que comen yogures
entre los taxis y aguardan lunas
de novias mercenarias
entre los besos.
Te estoy soñando en mi té verde,
porque ésto es el Pandemonium,
ésto es New York, y
ésta es la ira
de la ida y la venida incierta de Karonte
al borde del río del Olvido:
un aëda sin arcos, un aëda sin Dianas
ni Casandras,
sin metrallas ni granadas y sin
poder matar a nadie en las vitrinas jubiloso.
Es el espanto azul del mediodía
(el tiempo vuela, cruza, se añica
y se quiebra en las manos del brujo
que forja la luz y las tiniebles)
contra la nazidemokracia
que marcha fascistamente
sobre Irak, sobre Irán
(sobre Yván--"¡Yvano, Yvano,
hijo del cielo: ¡Ulises!!).
¡No te rindas ante el Angel de la Depresión,
o ante el Angel de las Ansiedades
ni ante el Angel Genocida
por las calles de Asia!
V
Hoy es un día falso y nublado
en el corazón de la muerte.
Hoy es una noche de nieve aterrada.
(¡Líbreme el cielo del vómito de los cerdos
entre el ser y la nada;
entre la apariencia y las cosas,
entre la realidad y la mañana!)
Entre dos en mi casa despierto estaba.
Entre Dios y yo
una linterna iluminaba
una aurora apagada
en los ojos azules de los gatos.
Un viento falso, remoto, añejo del norte.
Una lluvia fingidamente en los tejados.
Estoy angustiado y plancho mi camisa a gusto.
Estoy extenuado y coso mi falo roto.
Estoy de madrugada y
sueño qu'estoy despierto
entre una taza de té
y una taza de ajenjo,
entre el Pisón, todo el oro,
y en el río Gihón, toda la muerte.
Estoy herido de amor y
me moriré de pie junto a los muertos.
Estoy herido del Canto que soy,
y me moriré absurdo, delicado y triste,
cantando la consigna de u amor
contra la ira fatal de us espejos...
2005-03-03 01:00 | 0 Comentarios
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