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GARGANTUARIO - NUEVO POEMARIO DEL OLVIDO

<Febrero 2025
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    Inicio > Historias > II Batallas

    II Batallas

    Por: Cesar Vallejo

    En el día de la República porque crezca de nuevo el retoño

    Hombre de Extremadura,
    oigo bajo tu pie el humo del lobo,
    el humo de la especie,
    el humo del niño,
    el humo solitario de dos trigos,
    el humo de Ginebra, el humo de Roma, el humo de Berlín
    y el de París y el humo de tu apéndice penoso
    y el humo que, al fin, sale del futuro.
    ¡Oh vida! ¡¡oh tierra! ¡oh España!
    ¡Onzas de sangre,
    metros de sangre, líquidos de sangre,
    sangre a caballo, a pie, mural, sin diámetro,
    sangre de cuatro en cuatro, sangre de agua
    y sangre muerta de la sangre viva!

    Extremeño, ¡oh no ser aún ese hombre
    por el que te mató la vida y te parió la muerte
    y quedarse tan solo a verte así, desde este lobo,
    cómo sigue arando en nuestros pechos!
    ¡Extremeño, conoces
    el secreto en dos voces, popular y táctil,
    del cereal: que nada vale tanto
    como una gran raíz en trance de otra!
    ¡Extremeño acodado, representado al alma en su retiro,
    acodado a mirar el caber de una vida en una muerte!

    ¡Extremeño y no haber tierra que hubiere
    el peso de tu arada, ni más mundo
    que el color de tu yugo entre dos épocas; no haber
    el orden de tus póstumos ganados!
    ¡Extremeño, dejásteme
    verte desde este lobo, padecer,
    pelear por todos y pelear
    para que el individuo sea un hombre,
    para que los señores sean hombres,
    para que todo el mundo sea hombre, y para
    que hasta los animales sean hombres,
    el caballo, un hombre,
    el reptil, un hombre,
    el buitre, un hombre honesto,
    la mosca, un hombre, y el olivo, un hombre
    y hasta el ribazo, un hombre
    y el mismo cielo, todo un hombrecito!

    Luego, retrocediendo desde Talavera,
    en grupos de a uno, armados de hambre, en masas de a uno,
    armados de pecho hasta la frente,
    sin aviones, sin guerra, sin rencor,
    el perder a la espalda
    y el ganar más abajo del plomo, heridos mortalmente de honor,
    locos de polvo, el brazo a pie,
    armando por las malas,
    ganando en español toda la tierra,
    retroceder aun ¡y no saber
    dónde poner su España,
    dónde ocultar su beso de orbe,
    dónde plantar su olivo de bolsillo!

    Mas desde aquí, más tarde,
    desde el punto de vista de esta tierra,
    desde el duelo al que fluye el bien satánico,
    se ve la gran batalla de Guérnica.
    ¡Lid a prori, lid de las almas débiles
    contra los cuerpos débiles, lid en que el niño pega,
    sin que le diga nadie que pegara,
    bajo su atroz diptongo
    y bajo su habilísimo pañal,
    y en que la madre pega con su grito, con el dorso de una lágrima
    y en que el enfermo pega con su mal, con su pastilla y a su hijo
    y en que el anciano pega
    con sus canas, sus siglos y su palo
    y en que pega el presbítero con dios!
    ¡Táitos defensores de Guérnica!
    ¡Oh débiles. ¡Oh suaves ofendidos,
    que os eleváis, crecéis,
    y llenáis de poderosos débiles el mundo!

    ¡En Madrid, en Bilbao, En Santander,
    los cementerios fueron bombarderos,
    y los muertos inmortales,
    de vigilantes huesos y hombro eterno, de las tumbas,
    los muertos inmortales, de sentir, de ver, de oir
    tan bajo al mal, tan muertos a los viles agresores,
    reanudaron entonces sus penas inconclusas,
    acabaron de llorar, acabaron
    de sufrir, acabaron de vivir,
    acabaron, en fin, de ser inmortales!

    ¡Y la pólvora fue, de pronto, nada,
    cruzándose los signos y los sellos,
    y la explosión salióle al paso un paso,
    y al vuelo a cuatro patas, otro paso
    y al cielo apocalíptico, otro paso
    y a los siete metales, la unidad,
    sencilla, justa, colectiva, eterna!

    ¡Málaga sin padre ni madre,
    ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
    ¡Málaga sin defensa, donde nació mi muerte dando pasos
    y murió de pasión mi nacimiento!
    ¡Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo,
    bajo el mal, bajo la cobardía, bajo la historia cóncava, indecible,
    con la yema en tu mano: ¡tierra orgánica!
    y la clara en la punta del cabello ¡todo el caso!
    ¡Málaga huyendode padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
    a lo largo del mar que huye del mar,
    a través del metal que huye del plomo,
    al ras del suelo que huye de la tierra
    y a las órdenes, ¡ay!
    de la profundidad que te quería!

    ¡Málaga a golpes a fatídico coágulo, a bandidos, a infiernazos,
    a cielazos, andando sobre duro vino, en multitud,
    sobre la espuma lila, de uno en uno,
    sobre huracán estático y más lila,
    y al compás de las cuatro órbitas que aman
    y de las dos costillas que se matan!
    ¡Málaga de mi sangre diminuta
    y mi coloración a gran distancia,
    la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
    con cohetes, a tus niños eternos
    y con silencio a tu último tambor,
    con nada, a tu alma,
    y con más nada, a tu esternón genial!
    ¡Málaga no te vayas con tu nombre!
    ¡Que, si te vas, toda, hacia tí, infinitamente toda en son total,
    concorde con tu tamaño fijo en que me aloco,
    con tu suela feraz y su agujero
    y tu navaja antigua atada a tu hoz enferma
    y tu madero atado a un martillo!
    ¡Málaga literal y malagüeña,
    huyendo a Egipto, puesto que estáás clavada
    alargando en sufrimiento idéntico tu danza
    resolviéndose en ti el volumen de la esfera,
    perdiendo tu botijo, tus cánticos, huyendo
    con tu España exterior y tu orbe innato!
    ¡Málaga por derecho propio
    y en el jardín biológico, más Málaga!
    ¡Málaga en virtud
    del camino, en atención al lobo que te sigue
    y en razón del lobezno que te espera!
    ¡Málaga, que estoy llorando!
    ¡Málaga, que lloro y lloro!




    De España, aparta de mí este Cáliz


    2004-04-14 01:00 | 0 Comentarios


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