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{Gargantuario. Nuevo poemario de los cien gaiteros del delirio}

{ Libro de odas y versos escritos en las paredes de la Taberna del Olvido. }

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GARGANTUARIO - NUEVO POEMARIO DEL OLVIDO

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    Inicio > Historias > I Himno a los voluntarios de la República

    I Himno a los voluntarios de la República

    Por: Cesar Vallejo

    En el día de la República porque crezca de nuevo el retoño

    Voluntario de España, miliciano
    de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
    cuando marcha a matar con su agonía
    mundial, no sé verdaderamente
    qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
    lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
    a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
    y quiero desgraciarme;
    descúbrome la frente impersonal hasta tocar
    el vaso de la sangre, me detengo,
    detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
    con las que se honra el animal que me honra;
    refluyen mis instintos a sus sogas,
    humea ante mi tumba la alegría
    y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
    desde mi piedra en blanco, déjame,
    solo,
    cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
    al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
    quiebro con tu rapidez de doble filo
    mi pequeñez en traje de grandeza!

    Un día diurno, claro, atento, fértil
    ¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
    por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!
    ¡oh dura pena y más duros pedernales!
    !oh frenos los tascados por el pueblo!
    Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera
    y soberanamente pleno, circular,
    cerró su natalicio con manos electivas;
    arrastraban candado ya los déspotas
    y en el candado, sus bacterias muertas...

    ¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas
    de dolores con rejas de esperanzas,
    de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
    ¡Muerte y pasión de paz, las populares!

    ¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendmosnos!
    Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
    y de llave las tumbas en tu pecho,
    tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

    El mundo exclama: " ¡Cosas de españoles!" Y es verdad.
    Consideremos,
    durante una balanza, a quema ropa,
    a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
    o a Cervantes, diciendo: "Mi reino es de este mundo, pero
    también del otro": ¡punta y filo en dos papeles!
    Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
    a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
    tuvo un sudor de nube el paso llano
    o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
    o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía
    a Teresa, mujer que muere porque no muere
    o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa...
    (Todo acto o voz genial viene del pueblo
    y va hacia él, de frente o transmitidos
    por incesantes briznas, por el humo rosado

    de amargas contraseñas sin fortuna)
    Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
    agitada por una piedra inmóvil,
    se sacrifica, apártase,
    decae para arriba y por su llama incombustible sube,
    sube hasta los débiles,
    distribuyendo españas a los toros,
    toros a las palomas...

    Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armoníía
    acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
    tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana
    dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición,
    a tu enemigo!

    ¡Liberador ceñido de grilletes,
    sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
    vagarían acéfalos los clavos,
    antiguo, lento, colorado, el día,
    nuestros amados cascos, insepultos!

    ¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
    con la inflexión social de tu meñique,
    con tu buey que se queda, con tu física,
    también con tu palabra atada a un palo
    y tu cielo arrendado
    y con la arcilla inserta en tu cansancio
    y la que estaba en tu uña, caminando!
    ¡Constructores
    agrícolas, civiles y guerreros,
    de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
    que vosotros haríais la luz, entornando
    con la muerte vuestros ojos;
    que, a la caída cruel de vuestras bocas,
    vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
    en el mundo será de oro súbito y el oro,
    fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
    y el oro mismo será entonces de oro!

    ¡Se amará todos los hombres
    y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
    y beberán en nombre
    de vuestras gargantas infaustas!
    Descansarán andando al pie de esta carrera,
    sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
    serán y al son de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
    ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!

    ¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende
    sin vías a su cuerpo
    y al que baja hasta la forma de su alma!
    ¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán!
    ¡Verán, ya de regreso, los ciegos
    y palpitando escucharán los sordos!
    ¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
    ¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
    ¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
    traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
    a su brutal delicadeza; volverán
    los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
    y trabajarán todos los hombres,
    engendrarán todos los hombres,
    comprenderán todos los hombres!

    ¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
    perdónanos, hermano, nuestras deudas!
    Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
    qué jamás tan efímero, tu espalda!
    qué siempre tan cambiante, tu perfil!

    ¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
    un león abisinio va cojeando!
    ¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
    ¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
    y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
    ¡Soldado conocido, cuyo nombre
    desfila en el sonido de un abrazo!

    ¡Combatiente que la tierra criara, armándote de polvo,
    calzándote de imanes positivos,
    vigentes tus creencias personales,
    distinto de carácter, íntima tu férula,
    el cutis inmediato,
    andándote tu idioma por los hombros
    y el alma coronada de guijarros!
    ¡Voluntario fajado de tu zona fría,
    templada o tórrida,
    héroes a la redonda,
    víctima en columna de vencedores:
    en España, en Madrid, están llamando
    a matar, voluntarios de la vida!

    ¡Porque en España matan, otros matan
    al niño, a su juguete que se para,
    a la madre Rosenda esplendorosa,
    al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo
    y al perro que dormía en la escalera.
    ¡Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
    a su indefensa página primera!
    Matan el caso exacto de la estatua,
    al sabio, a su bastón, a su colega,
    al barbero de al lado - me cortó posiblemente -,
    pero buen hombre y, luego, infortunado;
    al mendigo que ayer cantaba enfrente,
    a la enfermera que hoy pasó llorando,
    al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...

    ¡Voluntarios,
    por la vida, por los buenos, matad
    a la muerte, matad a los malos!
    ¡Hacedlo por la libertad de todos,
    del explotado, del explotador,
    por la paz indolora - la sospecho
    cuando duermo al pie de mi frente
    y más cuando circulo dando voces -
    y hacedlo, voy diciendo,
    por el analfabeto a quien escribo,
    por el genio descalzo y su cordero,
    por los camaradas caídos,
    sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

    Para que vosotros,
    voluntarios de España y del mundo, viniérais,
    soñé que era yo bueno, y era para ver
    vuestra sangre, voluntarios...
    De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
    muchos camellos en edad de orar.
    Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
    os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
    y, a dos pasos, a uno,
    la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.




    De España, aparta de mí este Cáliz


    2004-04-14 01:00 | 0 Comentarios


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