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Tierra América
Por: Marta de Arévalo
I
Tierra América que hablas el oscuro lenguaje de la selva,
desempolva tu estremecer en la memoria nuestra.
Yo desciendo desde mi corazón de sueños
hasta tu corazón caliente de volcán y de silencio.
Desando las rutas de tus taciturnos hombres piel de cobre
y con mis pies desnudos encuentro sus huellas ya sin nombre.
Desentierro en ritual de magia, pluma y sol,
la candente y espesa hondura de tu voz.
Te nombro con nombres ya dormidos desde siglos
despertados en el coro de los últimos sigilos.
Tus pumas, garzas, curacas, leyendas y serpientes,
traigo vírgenes de cemento hasta los ritmos febriles del presente.
Las calladas civilizaciones que fueron en tu entraña
pronuncian ecos, rotos los sellos impuestos por las lianas,
para decir, con su prístina ingenuidad de milenios,
que guardas los secretos de un pasado magnífico y eterno.
II
Convoco las afinadas lenguas de los haravec y los amautas
para escuchar las primeras canciones de tus flautas.
Cuando el cielo y la tierra eran ingenuos y sonoros,
y el dueño de los vientos dormía en su palacio de piedras verdes y de oro.
Cuando el Sumo Sacerdote de la tierra del maíz dorado
imponía la sabiduría del trabajar la pluma de los pájaros.
Cuando se embriagaba el corazón de los toltecas
con los zumos del maguey en los aprontes de la guerra.
Cuando la incógnita del charrúa cruzaba el uru-gua-ay
esparciendo las tribus en la comarca del ñandú y del butiá,
y erraban, en las remotas pampas de rígidos australes,
los marginados bárbaros de razas ancestrales.
III
Invoco los espectros que vagan a la orilla de los ríos
para aprisionar los ecos de tus nombres indios.
En la evocación, los tristes yaravíes se levantan en las quenas
y simulan suspiros de núbiles ñustas esbeltas y trigueñas.
La luna palidece siluetas fantasmales en la arista borrosa de las cumbres
y un vértigo de cataratas, despeña raudo su inexacto ñandutí de nubes.
La raíz de los cañaverales canta en filigrana vegetal
la cadencia lamentosa de la flor del lirolay.
Sueñan inertes en las calladas tumbas , hechiceras sin pupila,
ya descarnadas para siempre del amor y de la vida,
y es apenas audible un concierto de ancestrales ritos,
que conjugando las sombras, vaga entre el rumor de los espacios infinitos.
IV
Tierra América que cantas tu grandiosa magiastral sinfonía,
en polivegetal cosmogonía
de talismanes engarzados en la palpitación de las orquídeas.
Madre Esencial de dinastías olvidadas sepultas en cavernas,
que en el aroma de milagrosas hierbas
atestiguas añejas glorias entre piedra y osamenta,
en la secreta oración del primer día conjurado en verde
latente en tu ser omnipresente,
remóntame en polvo de tiempo a primigenias fuentes.
Yo quiero beber de tu agua milagrosa y sensitiva
-gracia sideral entre la espiga-
para palpar con tacto antiguo tus estrellas entrevistas.
Empaparme en la raíz mineral de tus florestas
en equinoccio potencial de antiguas eras,
y resucitar de oro y chocolate en la carne manifiesta.
Buscar, entre las joyas reales y las piedras de luna de la sepulturas.
las manos finas de los príncipes de tez oscura,
orígenes del alma de Tú mi tierra, calcinada y pura.
V
América de remoto cataclismo y atlántida promesa,
en el crisol de tu raza amalgamada en savia nueva,
abro los ceibos y las esmeraldas, buscando el alma de tus duendes viejos,
sacudo la muerte de tus sagrados mitos en escondidos esqueletos,
ilumino la gigantesca noche con luciérnagas enormes,
y desciendo por tus venas de bronce
abismada en tu poesía dilatada e insomne.
América fragante, alucinada entre océanos inmensos,
desafío en visión ardiente los olvidos, y te ofrezco
en un huaco rojo, la miel original de tu conciencia clara levantando a tus pueblos en un canto vertical en tu alabanza.
Dejo, en el lenguaje imperfecto de mi geometría humana,
la geometría perfecta de tu bienaventuranza!
2004-04-05 01:00 | 0 Comentarios
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