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Pietá
Por: Bernardo Atxaga
Nuestras tías, y lo mismo nuestras madres,
reparaban tarde en la importancia de la vida,
nunca antes de los setenta o de los sesenta,
y estupefactas ante aquel descubrimiento,
perdían la cabeza durante varias semanas:
olvidaban la cita de los jueves con sus hijos
hacían compras tontas en el supermercado,
hablaban por teléfono a gritos, interminablemente
como si en su patio hubiesen visto un ovni.
Más tarde, dispuestas a recuperar su tiempo,
nuestras tías, y lo mismo nuestras madres,
daban su nombre para las clases de gimnasia
promovidas por el ayuntamiento, "soy Mengana
por favor no me pregunte la edad que tengo";
a partir de entonces, bailaban al compás
de los números, dando carreras, chillidos, saltos,
Uno Dos, Uuno Dos Tres y Arriba, Uno Dos.
El polideportivo recogía sus risas con frialdad.
Cumplidoras fieles de las órdenes del profesor
seguían adelante con sus carreras, chillidos, saltos,
y de vez en cuando se marchaban todas a cenar
dejando el chándal y vistiéndose con elegancia;
luego, un día, se mareaban durante el desayuno
y caían redondas en brazos de uno de sus hijos;
morían poco después, a primera hora de la mañana,
mientras sus amigas, en el polideportivo, coreaban
el Uno Dos, Uuno Dos Tres y Arriba, Uno Dos.
2005-03-07 01:00 | 0 Comentarios
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