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Mis padres
Por: Dennis Cooper
crecieron en Montana, en ranchos y establos
donde tenía que taparme la nariz
durante mis vacaciones de verano.
El Sol de Montana es al mismo tiempo
el cielo y el infierno, y desde allí
me zambullía en el agua más azul
que jamás he visto, para luego
volver gateando a la ribera del río,
fresco y recién horneado; me echaba a dormir
hasta que mi padre me llamaba
aullando como un coyote entre los campos
para que volviera a casa.
Mi madre vivía en una calle sombría,
en una mansión donde los techos eran tan altos
que me parecía estar al aire libre
cuando las luces se apagaban.
Mi abuela adornó uno de los cuartos
para ella, rebosante de globos,
y de lazos para envolver sus juguetes
de un naranja tan vivo
como las puntas de fusibles encendidos.
Yo me acostaba, completamente solo,
en una cama que olía como un pedazo
de pastel de boda, y allí me adormecía
toqueteando muñecas recubiertas de polvo.
Llevaba un gran sombrero de vaquero
que ahora queda en mi cabeza
como un vaso de papel.
Mis padres son ya ancianos, y todos esos lugares
seguramente han sido derruidos.
Cuando les pregunto qué fue de todo aquello
agitan sus pequeños puños en el aire.
Dicen que estaba vacío, lleno de un olor
que la ciencia ha eliminado de la tierra.
Y por medio de esas palabras
es como si hubiesen olfateado
por la puerta entreabierta de una cocina
y rastreado su dulce y cálido aroma
hasta llegar a un estudio con dos sillas
frente a una pared tan blanca como la nieve
que ha cubierto y helado todo ese mundo.
2005-02-22 01:00 | 0 Comentarios
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